Un hombre susurró “Dios háblame”, entonces cantó un pajarito. Pero el hombre no escuchó.
Entonces el hombre gritó “Dios háblame”. Y entonces se oyeron truenos a través de un colchón de nubes. Pero de nuevo el hombre no escuchó.
El hombre miró a su alrededor y dijo “Dios déjame verte”. Y una estrella brillo en el firmamento como nunca había brillado. Pero el hombre no miró al cielo y no la vio.
Entonces el hombre indignado fuertemente grito “Dios déjame ver un milagro”. ¡Y nació su hijo! Pero el hombre no se dio cuenta de la nueva e irrepetible vida que comenzaba.
Entonces gritó desesperado “Dios, tócame, déjame sentirte” En ese momento Dios bajó del cielo y toco al hombre en su mejilla suavemente. Pero el hombre quitó la linda mariposa de su mejilla y siguió su camino.
Esto nos debe recordar que Dios siempre está a nuestro lado, en todo, en lo grande y lo sencillo, al igual que en cosas a las que no le prestamos mucha atención. Inclusive en nuestra era electrónica. Por eso cuando llorando gritamos: “Dios, necesito tu ayuda” y en ese momento recibimos un mensaje de correo electrónico con buenas noticias, dándonos aliento, con la oración y el abrazo de alguien que nos quiere, que se preocupa por nosotros. Pero a veces no lo apreciamos.
No pierdas de una oración ni de un buen amigo(a) porque la envoltura no es lo que tú esperas. Dios nos habla a través de las personas más sencilla y menos esperadas.
Espera siempre lo inesperado.