La salud y el bienestar de cuerpo y mente han recuperado –afortunadamente- un lugar prioritario nuestras vidas: físico bello es sinónimo de físico sano, de buenos hábitos y particularmente de alimentación sana y equilibrada. Aquí se abre un espacio muy amplio de enfoques, pero todos ellos con algunos elementos en común, entre los que destacan incursionar en la elaboración de nuestros propios alimentos (evitando comidas pre cocidas y envasadas) y qué, dónde y a quién le compramos los ingredientes para elaborar nuestras recetas favoritas.
La importancia de una alimentación saludable, es hoy por hoy un concepto sin discusión, pero adquiere distintas connotaciones según a quién se exprese. Cientos de estudios e investigaciones confirman que el equilibrio nutricional, además de la ingesta de los nutrientes adecuados, se convierte en prevención. Y todos sabemos que prevención en términos de salud es mucho decir. Entonces, es permitente detenernos por unos minutos en la palabra clave que no debe ser mencionada al pasar: equilibrio.
¿Qué se entiende por dieta equilibrada? El equilibrio nutricional está ligado a una dieta caracterizada por cantidades adecuadas de nutrientes. Una dieta equilibrada implica la ingesta de nutrientes esenciales (ácidos grasos, aminoácidos esenciales, vitaminas y minerales), nutrientes que no son estrictamente esenciales pero sí necesarios (hidratos de carbono en las cantidades adecuadas) y factores nutricionales (agua, fibra, antioxidantes); todo claramente en las cantidades correctas.
Aparece en escena casi espontáneamente, un concepto que no en vano ha ganado la adhesión de millones de personas alrededor del mundo: la dieta mediterránea, un método de nutrición que se inspira en los alimentos comunes en la cuenca mediterránea y que según médicos y nutricionistas representa un estilo de vida fundamental para la salud humana.
Fama bien ganada, legítimamente dimensionada porque no sólo pregona el consumo de alimentos saludables con bajo contenido en grasas saturadas, como cereales, legumbres, frutas, verduras, aceite de oliva, con un consumo equilibrado de pescado, carnes blancas y rojas, huevos y lácteos sino que podríamos aseverar por el lado del revés, que no hay un solo alimento de la dieta mediterránea que sea malo para el organismo. Eso sí: no nos apartemos de la premisa del equilibrio.
En este contexto, ahora cabe volver a lo que hemos señalado antes, dijimos “qué, dónde y a quién le compramos”. El “qué” está clarísimo así que enfocaremos atención en “dónde y a quién”. Claramente, esto siempre terminaba condicionado al lugar donde vivimos y/o a las posibilidades de desplazamiento que tenemos a la hora de hacer nuestras compras. ¿Por qué decimos terminaba en tiempo pasado? Porque algo bueno que nos ha dejado la época de pandemia es aprender que las distancias físicas no impiden el acercamiento.
Entonces: si me pides el consejo óptimo en relación a dónde y a quién comprar, sin duda te digo que adquirir tus ingredientes y alimento directamente a los productores tiene todas (pero todas, en serio) las ventajas: mayor frescura, menos intermediarios y mejor precio. Por ejemplo: ¿y si te dijera que hoy día es bien sencillo comprar aceite de oliva directamente de cooperativa de productores?
No importa si vives en una gran ciudad o en una zona rural: la diferencia sólo se marcará a la hora de decidir si harás compras on line (que te enviarán a tu puerta directamente) o si harás compras presenciales visitando a los productores.
Las distancias se han acortado, las facilidades han aumentado y en consecuencia las oportunidades de facilitar tu transición a optar por una dieta sana y equilibrada están allí cada vez más cerca. Sólo falta que tomes la decisión. Te invito a pensar…