Prologo
Lo último que publiqué, fueron los tres volúmenes de Pene-XXL- que aunque podía ser leído por lectoras curiosas, era pensando para los lectores masculinos. Sin embargo antes de publicar esos libros, tuve un intento fallido al resbalarme con un capricho, de querer escribir un libro para la mujer, el intento fue planeado desde el mismo punto de vista que enfrente “Juguetes”, pensando: “que libro me gustaría leer a mi, si fuese un niño?”, en ese caso escribí Rouge, (que me gustaría leer si fuese mujer). Pero no, no saliò, no hubo nada que hacer, y prácticamente fue inmolado en los subtes.
Y es que no hay nada que hacerle, ya lo dijo mi abuela: “Nadie le practica mejor sexo oral a una mujer, que otra mujer…”- recuerdo haberla mirado escandalizado, pero continuo por decirme.- Nadie conoce más una mujer, que otra mujer, ahora ándate a jugar afuera, que la abuela tiene que hablar cosa de grandes con la vecina.
– Y bue, que decir de este libro, yo diría que si Kafka hubiese nacido mujer y en Palomar, hubiese escrito el cuento “La concha de tu madre” que es el primer cuento de este libro. Luego llega SamanthA, escupiéndole palabras guarras a la más pacata de las moralidades, con una antipoesìa desenfrenada e hipnótica. Florencia Pallota más conocida como “la zombi”, no solo deja sus palabras en este libro, sino que además nos concede sus dibujos, permitiéndonos vislumbrar su encierro, desde más de un ángulo.
Azucena Noboy es la parte femenina de mi otro yo y presenta un cuento re-editado y mejorado que se suma a este libro con seudónimo para no desentonar, nada que decir de esa, es la ketejedi de las cuatro.
Esta es la propuesta de este libro, leer a las mujeres de hoy, y acercarnos un poco más a los reflejos secretos, de sus facetas más oscuras.
Gaston Hache Almada
LA CONCHA DE TU MADRE
Las vaginas son feas. Las mujeres son hermosas, y los hombres son más feos que ellas (o nosotras). La mujer es más linda, verdad irrefutable; pero la vagina es fea, muy fea, y no hay vuelta que darle, no me importa qué argumento pueda darme una lesbiana – no digo un hombre, porque él no tiene que padecerla -. En cambio el pene es bello, es simpático. El pene da la cara, se muestra tal cual es, no tiene nada que esconder, no tiene de qué acomplejarse, no puede mentir ni lo desea… En cambio la vagina esconde sus secretos, mira hacia adentro, se arruga y se repliega dentro de “su” mundo. Quizás lo hace porque sabe que es fea.
La vagina es antipática, lúgubre, sucia. El pene es gracioso, se endurece y escupe, se expresa claramente, ¡qué buen juguete!. La vagina se enchastra a sí misma con sus propios orgasmos, se enreda, se retuerce y eso no es claro, ni gracioso. No es que tenga razón, hablo por mi experiencia (funesta). Si odio a la vagina, es porque tengo mis motivos.
“Aquella tarde debía ser gloriosa, o glorificarse con el buen sexo de una reconciliación. Un año entero sin vernos. Un año para cicatrizar y nada más, aparte de llorar y pensar. Me había mantenido célibe durante aquel año. Una parte de mí deseaba sepultarlo en el más cruento y rencoroso de los olvidos, pero mi otra parte, la más sensata, sabía y quería que volviésemos a estar juntos.
Nos encontramos en ese mismo bar de siempre, de antes, de cuando éramos felices. Yo estaba a la defensiva, no debía permitir que me insultase, demostrarle que ya no era la misma chica bajautoestimada; Me sentí lista para merecerlo de una vez por todas.
El, por su parte, había jurado empequeñecerse, humanizarse. Recién aquel día creí en él, cuando me llamó por teléfono para que nos encontrásemos. Y no me equivoqué, en su discurso se notaba que se había estado puliendo a sí mismo.
Luego llegó mi turno: me insultó y lo insulté, me atacó y me defendí – No soy ni fea, ni tonta, ni puta – le dije, henchida de orgullo y autosuperación.
No hacía falta decirlo: estábamos juntos otra vez. No había que afirmarlo, había que hacer el amor para que quedasen las cosas en su lugar y no se movieran nunca más, pese a los vientos o tormentas venideras.
Si bien tanto él como yo vivíamos cada uno en su hogar unipersonal, fuimos a un albergue transitorio, es más romántico y apropiado para una reconciliación, supuestamente, definitiva.
Me sentí excitada desde el primer beso, claro, después de un año de nada una está un tanto susceptible. El se sentó en la cama, y yo me senté sobre él. En ese instante percibí una pequeña molestia en el clítoris – No debí ponerme este jean tan ajustado – pensé, ya que alguna que otra vez me había raspado. Nos besamos, y comencé a moverme instintivamente y la molestia se intensificaba. Me puse de pie, me quité el maldito jean y, después de dirigirle una mirada de lo más libidinosa, me dirigí hacia el baño para entenderme con “Juanita” (así se llama mi vagina). Juanita estaba irritada… se me habían inflamado los labios vaginales y el clítoris, escapándose de la ranura, por así decirlo. Pasé un dedo por cada parte del desastre, para ver si mi sentido del tacto podía sacar alguna conclusión. Ya no me dolía ni me molestaba, supuse que la pobre necesitaba respirar un poco y que nunca jamás me pondría un pantalón tan ajustado. De todos modos estaba excitada, húmeda, febril, y no tenía ganas de no hacer el amor.
Volví junto a él, que ya se había desnudado. Volvimos a reconocernos, recorrernos, probar nuestros sabores – ¿Qué le pasó a Juanita?
– Ese jean malo la lastimó, no te desconcentres – y continuó con su tarea. La penetración me resultó dolorosa – Y… esperé tanto que casi se me reconstruye el himen – pensé, pero el dolor no cesaba, ya era obvio: me dolía el clítoris, no debía rozarse con nada, debía estar a la intemperie y tranquilo. Pero no dije nada, soporté. Lo hice por él, que se veía tan hermoso sobre mí, o debajo de mí, o detrás de mí. Soporté su belleza con dolor.
Vestirme y volver a casa vestida, fue un suplicio. Ni bien atravesé la puerta de mi departamento me desnudé con tanta urgencia como si mi ropa quemara. Juanita, en tan sólo una hora, había duplicado su tamaño: ahora los labios colgaban como guirnaldas de carne roja y el clítoris parecía la nariz de un ebrio.
Me fui a dormir, ¡qué otra cosa podía hacer a las dos y media de la madrugada de un martes!, decidí que a la mañana siguiente iría a una guardia ginecológica.
A la mañana desperté con una extraña comezón, venía directamente desde el punto G. Me rascaba y me estimulaba al mismo tiempo. Primero se asustó la yema de mi dedo, luego mi mente y la orden de terror se expandió hacia todas las células de mi cuerpo, provocando que se me erizaran los pelos a la vez que gritaba… mi aparato genital había crecido hasta las rodillas.
No hubo tiempo que perder, me puse una pollera de bambula larga hasta los tobillos y me fui al hospital. La espera fue tortuosa, no podía tomar asiento.
La ginecóloga no dijo ni mu, dijo – m´h. Umm, sss, ahá – ruidos de médicos observando. Yo esperaba con una expresión de cordero a punto de ser sacrificado – ¿Qué tengo?
– Nada grave, es una inflamación vaginal – yo hubiera querido decirle – ¡No me digas, hija de puta!, si no me lo decías no me daba cuenta – pero no dije nada – ¿Es usted alérgica a algo?
– No – contesté con seguridad, aunque en el fondo lo dudaba, podía tener cualquier alergia o patología desconocida – No que yo sepa – agregué. Ella me preguntó si estaba tomando algún antibiótico – No – contesté, y luego, en un tono más confidencial, preguntó – ¿Consumís drogas?
– ¿La droga te hace esto?, guau, qué loco, pero en realidad no, nunca me drogué – afirmé con los dedos cruzados detrás de la espalda y ella volvió a emitir onomatopeyas – m´h, sss, ahá – volvió a observarme y tocarme – ¿Duele?
– No.
– ¿Pica?
– No.
– ¿Arde?
– No.
– ¿Ni siquiera cuando orina?
-Mmmmm, No. – Entonces me recetó unos óvulos – Si con estos óvulos no mejora, vuelva a verme.-
Hubiera querido correr hasta la farmacia, pero tenía que caminar muy despacio, porque me raspaba los labios con las piernas al caminar. Tuve que mimetizarme con un pingüino.
Realicé el tratamiento, pero no me hizo ningún efecto: al tercer día mi vagina descendió hasta los tobillos, y no conforme con eso, comenzó a inflamarse… Por suerte soy diseñadora de páginas web y trabajo en casa. Ya no podía cerrar las piernas de ninguna manera, éstas estaban separadas por una distancia de treinta y dos centímetros que, al cuarto día, fueron cuarenta centímetros. Ese día vino él, tuvo el mal gusto de caer de sorpresa. Me costó mucho esfuerzo levantarme de la cama para abrirle la puerta (imagínense que con semejante monstruo entre las piernas estaba discapacitada y sólo podía estar recostada y trabajar con la notebock) – ¿Por qué no me llamaste más? – preguntó inmediatamente, pero al verme preguntó con cara de espanto – ¿Por qué caminás así? – y no supe qué decirle – ¿Qué escondés ahí? – preguntó con picardía – A ver, que tiene la nena para mí, a ver – se acercaba y yo me alejaba. No sabía si reír o llorar o hablar – Lorena, ¿qué pasa?
– Mauro, preparáte – le dije, y apretando bien las muelas me levanté la pollera y le mostré la actualidad de Juanita – ¿Qué te pasó?, ¡vamos ya a un hospital!
– Ya fui. Mañana voy de nuevo, tengo que terminar un trabajo, vienen a retirarlo a las seis de la tarde.
– ¿Sos loca o pelotuda?, no podés atender a nadie así
– Uh… cierto, no había pensado en ello.- Y me llevó al hospital envuelta en una sábana y a upa, de otro modo no podía ser. Me volvió a atender la misma ginecóloga, su expresión se alteró un poco al verme así, pero yo esperaba un grito, un “¡Oh, Dios mío, nunca vi algo semejante!”. Me revisó en silencio y luego me recetó otros óvulos, una pomada y un antibiótico – Es un caso de candidiasis extrema, no se preocupe, tiene un ciclo evolutivo. Siguiendo el tratamiento se le pasará en tres o cuatro días. Pida un turno para la semana que viene.- Y eso fue todo. Mauro volvió a cubrirme con la sábana y me llevó a casa en sus brazos. El pobre llegó agotado. Luego se retiró para comprar todo lo que la doctora me había recetado. En cuanto me quedé sola, observé a Juanita detenidamente; había sentido algo extraño cuando Mauro me traía en sus brazos: Juanita había crecido nuevamente, ya no podría apoyar los pies sobre la tierra, pero lo que me resultó preocupante no fue su incremento, sino que podía crecer sin esperar a que yo durmiese. Lo hacía delante de mí y permitía que percibiera el proceso de su inmunda extensión – Es un ciclo evolutivo, como la varicela. El tratamiento ayudará, hay que tener paciencia y hacer reposo – pensé, puesto que algo tenía que pensar. Digamos que realicé el tratamiento al pie de la letra, es totalmente cierto. Mauro ya no podía venir a casa, ni él ni nadie podía hacerlo: no podía abrir la puerta, pero esa es otra historia.
Vivo en un departamento de un ambiente y, a Dios gracias, tengo pocos muebles, sino el dolor hubiera sido insoportable. Aprendí a alegrarme por las nimiedades, a disfrutar de momentos sencillos y profundos, aprendí a amar a mi soledad. Mi mamá siempre me decía que mi optimismo es mi idiotez disfrazada. Es probable que tenga razón ella, no obstante lo tomo como de quien viene. A mí todo me resbala, nada me hace perder la calma. Mi calma es un cuadro bello y armonioso. Si quiero ser feliz, no existe la manera en que no pueda serlo.
Lo comprendí aquella mañana. Al despertar me sorprendió un paisaje rojizo. Sólo veía carne y más carne. El hedor me violaba las fosas nasales: Juanita se había apoderado de la mitad del departamento. Fue muy difícil orinar. No quiero contar cómo lo hice, usen la imaginación. Reí, la escena fue tan grotesca que no me quedó más remedio que reír y pensar – Una vida es una vida. Vivir sólo cuesta vida. Si yo tengo muchas ganas de reír, si yo encuentro la ocasión y no hay oposición, no me quedo con las ganas de reír – y me emocioné hasta las lágrimas. Comprendí lo que es la comunión con aquello. Encontré la respuesta: la solución a todos los problemas consiste en no hacerse cargo de ellos y actuar como si nada pasara. Jamás dejé de verle el lado positivo. Al día siguiente sucedió el extremo mismo del extremo, esto existe y puede suceder, lo juro: comencé a elevarme sobre mí misma, Juanita crecía y yo ya estaba montada sobre ella. Por suerte pude tomar mi notebock para seguir escribiendo – ¿ven lo que es la felicidad? – El roce contra el piso y las paredes y los pocos muebles me causaban una sensación de placer y dolor.
Esto sucedió en la mañana. Al mediodía tuve hambre, decidí soportarlo, en algún momento debía descender, consideré que fui buena, que toleré el karma con excelencia y merecía volver a la normalidad. Entonces, con la conciencia muy tranquila, me crucé de brazos y esperé el descenso. Sin embargo, por la noche, Juanita volvió a crecer hasta presionarme contra el techo y esto destruyó a mi buen humor: Tenía hambre, sed y ganas de cagar. El sueño había terminado, estaba montada sobre mi propia vagina, casi aplastada contra el techo, era posible que muriera a causa de ello y ésta era la verdadera realidad. Mauro vino, grité, le expliqué en qué estado me encontraba – ¿Qué hago? – me preguntó y no supe qué decirle. Fue a buscar ayuda. Como tardaba tanto, me desesperé, tenía una desenfrenada necesidad de abrir la puerta, estaba al borde de un ataque de claustrofobia. Me esforcé y comprendí que debía lograr que Juanita girase. Salté hacia delante, los avances eran lentos y sofocantes, pero estaba girando. Continué. Cuanto más me acercaba a la puerta, también me acercaba al clítoris – que estaba enfrentado con la puerta – finalmente, agotada y triunfal, logré que mi mano alcanzara al picaporte. En ese momento el discernimiento me abandonó y me convertí en un animal irracional: comencé a intentar abrir la puerta, ésta sólo podía abrirse unos pocos centímetros y cada vez que lo hacía, me estimulaba, ¿se entiende?, de repente me di cuenta de que me estaba masturbando con la puerta y eso hizo que me olvidara por un rato de todo, de la claustrofobia, el hambre y demás – Siempre la felicidad, el enfoque positivo – de todos modos, tenía su coherencia el acto: si lograba que la puerta se quedara trabada en algún pliegue de mi carne con una abertura de cinco centímetros, podría comer, así que seguí masturbándome para salvarme, para seguir viviendo una vida que valiera la pena. No podía parar, ya estaba en marcha. Seguí tirando de la manija como loca hasta que, lógicamente, llegué al orgasmo. Fue un orgasmo gigante, la cantidad de fluido que salió de mí… no, es muy desagradable e inenarrable, además, no aporta nada interesante en lo que a esta historia concierne. Sólo una anécdota graciosa: cuando Mauro llegó con los bomberos, se resbalaron todos, bueno, ya está, ya lo dije. Y sucedió algo más insólito aún: Juanita comenzó a encogerse inmediatamente… allí empezó la verdadera pesadilla: la vuelta a la normalidad era aterradoramente dolorosa. Tardé un mes en recuperarme. Durante aquel mes odié a todo. Despotriqué contra Dios, contra la humanidad, contra los animales y las plantas.
Odio a mi vagina, ya no tiene nombre, no se lo merece. Odio a la vagina, es fea, es cruel. Estos son mis motivos.”
Después de esta experiencia, Mauro volvió a ser el mismo hijo de puta. El impacto fue demasiado y ya no quiso estar conmigo nunca más.
De ahora en adelante… no sé, no entiendo nada, quiero ser imponente y no me sale. No hay nada más que decir.
Dafne Mociulsky
SamanthA
Promiscua-
Alguien allá lejos
me llamo promiscua
y me puse colorada como una bergamota pasada
de rosca, de sol, de calentura de verano
y quedé angustiada
con un cartel aberrante calando mi existencia
PROMISCUA….
Será porque me deleito
horas colgada chupando pijas
negras, blancas, rosas, amarillas
pasadas de rosca, de sol, de salivas calientes de verano?
O porque ato a los hombres que me cojo
con un clítoris brutal femenino
pero que intermitentemente
cual salamandra henchida
llamea rayos de electricidad
multiorgásmicos
hambrientos
con intenciones
PROMISCUAS…
Será porque los dejo hacer con sus lenguas
y todo mi ser hembra se erecta
ante cerdos ardientes cuan egoístas
Pero más sos vos
cuando alborortado te olvidaste
que estabas masticando
mi carne blanquita
y tragabas en celo
todo lo que supura
esta gran herida
PROMISCUA!
El grito es eco que me persigue
con garras de macho que humilla
en Cd rayado y me tajea la saliva
quedé hecha perra rabiosa
con vestido tatuado
salpicado de semen
con margaritas podridas
que me convierte en la
…….PROMISCUA
Pero no puta, no yegua, ni prostituta
O todo eso y más
Que te provoca
Atada con chaleco de debilidad
ahogada en bañera rebalsada de salsas picantes
atascada en la fotografía
con la facción desesperada
yendo de cuerpo en cuerpo
como quien traspasa la puerta
de una casa que
nunca es suya
Ultravejada, repetidamente cogida
Aferrada con garra a esta pluma
Que me salva
De ser
PROMISCUA!
Estoy desorientada
en el campo
donde todo viene y se raja
ahí es donde resbalo
corro con crisis de asmática
y me revuelco desnuda en el barro
Abandonada multiplicadamente
por todo lo que me toca y se zafa
hasta los polvos,
hasta las pijas,
hasta estas lágrimas de mielcitas
que me inundan de desprotección
tan solitaria:
independiente, libertina
como una uva
pasada de rosca, de verano,
de tanta vida.
SOY PROMISCUA?
(sin título)
tu cuerpo
bolsa de piel aceitada
que me saca de mi pasividad sin anclas
al viento de los pelos[ henchida
tu boca
laguna con peces lamiendo
todo lo que te doy
generosa a más no poder
sin valvulas ni cierres
somos un vaiven de esponjas marinas
la hamaca de extremidades
que burla al orgasmo
que nos cae
como cataratas hasta la espina dorsal
Nos dejamos invadir
esclavos de la matraca y el mas y mas
por una multitud de espermas y ovulos desesperados
que quieren perpetuarnos
Amarrando la mente
hinchando los genitales
expulsando el agua
dejando en la tela
incendiarios rastros de un pasado
acuoso y excitante
que vuelve a repetirse
Korazón Negro
Te sigo, si
Feliz como una luciérnaga en la noche que nunca termina
Como la sedienta sobreviviente de tu exquisita baba:
materia de tus palabras que supuran milecita que me embadurna
¡Revivo!
Amanezco,
en la aureola de tus alas de duende dorado
como la huérfana de abrazos en noches glamorosas
Me alimento a sorbos de tu líquido nutrido
que es abundante ,
que nutre a mansalva a todas las palomas ciegas y despeinadas
de la urbe que frita sensibilidad en los subtes
Tengo el dolor de todas las carenciadas
de las sin un hombre para toda la vida
de las curtidas de bajadas de persiana en el corazon
Me aplastó una orda de caballos con penes amados
pero cuando tengo que irme
la sogaza amorosa que nos une
sigue titilando
en una alfombra de flores con caricias que tendés para mis pies de mendiga
Como tu iris
de atardecer callejero
que trae banderas negras de lucha con estepas en las que me recuesto
desnuda y con ganas de ponerme de pie
Y sí, como una paloma despeinada y ciega
como una luciérnaga feliz
en tu sangre, floto
en tu alma conciente, aprendo
Y sí,
te sigo, amor,
te sigo
improvisación
Bombea la gana toda de ser toda boca grito que destruye los espirales de
la multitud de mis patologías
…se disuelven
y me alivio en un suspiro de Eskorbuto
Irrumpe en este silencio que nos pende en el amor
que hace ríos en los pliegues que buscan
un enlace sin anillos, ni promesas, solo este ya
¡Mentira! Que la eternidad sea asi,
socavando a mansalva excitados como sapos a punto del reviente
que un sacerdote cojo nos case y mat(moslo con las explosiones
de los polvos macroceánicos que nos mandamos
Embriagado en semen enlutado muerto él y su sucia iglesia
como el Papa y los dictadores y el llanto insoportable del bebé que matamos
…Llenitos de amor
mi Amor
Emulsionados en la pieza : en las paredes , frazadas
¿Somos auras al costado del cuerpo?
¿Fusión con cronómetros aceitados rompiendo las agujas refregandonos en la arena?
¡Qué nos importa!
Bombea atroz toda la gana a kilometros por segundo anda por mi sangre
en el mar bermellon nadamos mas vivos que nunca
zancando a la muerte a sopapos limpios
en las lenguas que lamen nuestras existencias
sin intoxicaciones, sin otros cuerpos socavandonos
Hoy que es amor:
No te lo voy a decir, quizas nunca
pero en cada tsunami
donde mi cuerpo en una bolsa de piel
amorfa
angurrienta alimentada por tus olores
No me freno, me desboco y
Así, en mi lenguaje corpóreo tan único
con trapecios, kamasutras y sogas pendiendo de los colgajos de dermis
como rojo flurorescente
Te pido
Con toda la fuerza que me levanta cada noche
Que espera la nueva noche
Hasta mis próximas muertes
siempre con
las mandíbulas feroces
Por favor
Te ruego
te pido
mi amor
(no me sueltes , todavia)
No había nada que hacer
A esa mujer no había
que sacudirla y dejarla tirada
con olor a incendio
para hacerla sentir deseable
No tenía que invertir tanto dinero en horas de psiconalisis
ni tampoco madrugar con la garganta
alcoholizada
para hacer yoga
Esa chica, de la que hablo
no necesitaba
contarle hasta atragantarse de verborrea
sus penares a esa psiquiatra dueña de la vida correcta
Esa mujer
no necesitaba
que la llame ése a la mañana o aquel
para anestesiar sus carencias
que, como surcos, le hundían el alma
No tenía por qué, tampoco
ser golpeada por el príncipe trucho
para sentir que era fuerte
a prueba de tsunamis y rayos estaba erigida
A veces se aliviaba en la ropa de ferias americanas
o subida en tacos de charol
para que el espejo le dijera sos linda!
Esa chica,
no necesitaba aferrarse a cualquier ingle amanecida,
conquistada en noches de luna de papel glace
para sentirse vital
Precisaba simplemente
ese milagro sin dios
Contra todo
ataque de furia
Contra toda
desazón
Elixir:
etéreo, algodonado
donde el ser amada
saca de cuajo cualquier intento de
romperse en mil partes
Florencia Pallota (La Zombi)
Soledad productiva
Las venas estan mas verdes
que nunca, y parecen explotar
jamas se vieron tanto, jamas
me apretaron tanto,
me duelen las venas
Me apretan las venas y
no me dejan salir de mi,
sera por eso que la gente
se corta las venas para morir,
Las venas llegan hasta los ojos,
los dedos de los pies, me hacen caminar
Me hacen vivir,
mis organos malditos
que me hacen respirar,
maldito mi corazon,
que me hace suspirarte
maldito mi corazon
ciego NECIO! estupido
Maldito mis dedos escribiendo
otra vez, algo sin sentido,
maldito estado de animo
que se enamoro del piso.
Maldita yo.
Edrev
El pelito verde tenia, tan verde,
que lo tocabas y se te pudrian los deditos
y la gente la trataba tan mal,
que la hacian poner nerviosa
y se chupaba las venas,
aveces se mordia, tan fuerte,
que un dia casi muere desangrada
de la molestia de los demas,
que tonta, no se dio cuenta
que los podia mandar alamierda.
Hasta que paso los ultimos dias de su vida,
con su sangre verde
mirando a la pared mirando
el verdin de la casa del fondo,
de las plantas que crecen en la pared
y en las rajaduras del cemento.
De los sapos y de las ratas
que hacen orgias
en los charcos de su propio patetico patiecito
ella siempre quiso besar a uno de los sapitos a ver si eran principes,
pero solo encontro una rata con cara de principe
que la arrodillo en la plaza.
Ahora que todo es paz y silencio,
las cosas estan en ruinas, fuma su cigarrillo
y le da asco, le da nauseas,
tanto como acordarse de su vecina,
y del olor al asado del tio.
Ese tio que vio hace unos dias y esta
tan viejo tan putrefacto, verde.
El dia tan amarillo,
la imagen tan penetrante,
me penetraste, me lastimaste,
me amaste, aunque no querias.
Use
Useme como tanto le encanta que yo me hago la boluda
y hago que no veo nada, que no le veo nada, y le veo todo.
Digame tantas mentiras hasta que se vea enredado
en verdades. Juege sucio, yo me peleo en el barro con mi
soledad, en el lodo. Me voy a operar de esperanzas y
de sueños, crecen y crecen, como la lombriz solitaria.
Se acaba de posar una paloma en la antena vieja del techo
de casa, me mira y vuela, me gustaría mirarlo y volar,
y no volver nunca mas.
Azucena Noboy
”COINCIDENCIA PERVERSA”
El niño no puede conciliar el sueño, es una de esas noches en que las sábanas acarician las zonas erógenas de su incipiente y excitada pubertad.
Semidormido, con el desvelo frenético de su sexo, y sin oponer mayor resistencia que una exacerbada pereza, se entrega a su propia auto-complacencia.
En el cuarto de al lado, una mujer espera impaciente sumergida en un viernes de whisky, borracha de promesas lujuriosas que le había encomendado su marido para esa noche.
Recostada en su cama, comienza a leer un pequeño libro de cuentos que recibió a cambio de una mirada fría y unas monedas en el tren, que oportunamente serviría para ignorar la ansiada espera.
Inesperadamente el sonido del teléfono perturba su concentración en la lectura, exaltándola. El llamado es de su esposo, que brevemente posterga el encuentro por otra repentina reunión de negocios, inobjetable circunstancia que justificaba la anulación y el desprendimiento de aquellas ardientes promesas. Sola en su cama, con el silencio de lo irremediable, trata de resignarse y continuar con la lectura…No habiendo terminado aún el primero de los cuentos, suspira pensante, abandonando el libro en la mesa de luz…Y lentamente se entrega a sus pensamientos que, algo perturbados por el alcohol, comienzan a inquietarse dentro de su cuerpo.
Semidesnuda empieza a dar vueltas por la alcoba retorciendo entre sus manos la botella, que con el último sorbo le regala alucinaciones acaloradas, encendiendo su sexo que toma vida propia babeando y latiendo.
Inusitadamente poseída por los instintos, el tacto o simplemente por una extraña inercia, sus manos descontroladas acarician su pubis, mientras sus pechos erguidos, con sus pezones expectantes de ser ferozmente capturados.
El derrumbe sobre la cama es inminente, para dar comienzo a una candente batalla contra los abismos de su cuerpo…
Contemplando los colores de sus alucinaciones, que van perdiendo brillo como quedándose sin combustible, bastaría un parpadeo para que sus ojos quedasen varados en la botella vacía que, fálicamente erguida en la mesa de luz, distrae sus fantasías, tanto como para sentir la boca reseca, pretendiendo levantarse, casi no dándose cuenta de su desnudez, con el cuerpo caliente aún en trance recoge la bata de seda y se envuelve en ella, para emprender la búsqueda de más alcohol, que limpie la saliva pastosa de su boca y avive el fuego de sus pensamientos.
La casa queda poseída por la más perversa de las coincidencias y en el aire se respira una neblina invisible de estrógeno y testosterona, esa misma coincidencia perversa que se aprovecha de las ausencias, del padre y esposo, de la hija y hermana.
La vuelta a su cuarto es en silencio, cada tres o cuatro pasos toma un trago que resuena en su garganta, aún más que su liviano andar. Tan meticulosa es su procesión, que cuando está por entrar a su alcoba se percata que del cuarto contiguo, con la puerta entreabierta, una pausa entre el silencio y una tenue melodía de jadeos y vigorosas respiraciones, que curiosamente percibe…
Se acerca con prolija cautela a las más oscura de las penumbras, y se encuentra con la luz de una luna morbosamente fetichista que asecha por la ventana, iluminando parte de un vientre trémulo y joven, y el brillo húmedo de un sexo, sometido a unas jóvenes manos en una búsqueda arrebatada…
A la distancia más tensa… En ese espacio que se expande y reduce… Esa única imagen la transporta y a la vez la libera de alguna culpa, porque sólo era un vientre y un sexo “casi” desconocidos por ella, descubiertos por la luz de una luna que coincidentemente se aliaba mordazmente a las otras coincidencias.
Atónita, observa la imagen durante algunos segundos…
En la más ebria de las corduras, una brisa de lucidez la desencanta y la guía a su cuarto, al que llega aún más consternada y excitada. Ya recostada en su cama continúa bebiendo y lentamente retorna a sus pensamientos, que extrañamente más motivados la van arrastrando en un intenso frenesí.
En esa alterada escalada, en el ápice de las llamas del orgasmo que procura su llegada, no puede reprimir los más agudos gemidos, que inconscientemente se dejan oír hasta el pasillo.
Entre tanto, el joven se incorpora rápidamente intrigado por la identidad de esos gemidos, sospechando una infidelidad, ya que no había oído llegar al padre, quedando eclipsado, ante sus libidinosos pensamientos que cobran vida ante sus sorprendidos ojos, bajo el marco de la puerta abierta de par en par, frente a la esposa de su padre, y la madre de su hermana…
La bajeza de la imagen era cada vez más motivadora, el juego de estar conciente, de verse uno oculto y el otro observado que por el momento ignora la secuencia.
Absorto, sin pestañar, agudizando al máximo la mirada atenta que sin pausa, termina por ser descubierta… Y una mirada ebria que acepta, otra que se invita, se entrega y captura, casi sin darse cuenta…
Totalmente fuera de contexto, la puerta de entrada es violada por un manojo de llaves que sigilosamente se introducen en la cerradura, y alguien que entra a oscuras, cuidadoso de no hacer ruido con el celofán que envuelve a un gran ramo de rosas, con la intención de sorprender a la esposa, con su llegada anticipada. Se descalza y así, a hurtadillas saboreando su chanza sube las escaleras que lo encaminan a su alcoba, no ha llegado aún cuando lo impregna una lluvia de salvajes quejidos, desencajado apura el paso, y sus ojos se estrellan contra las más impuras de las imágenes…
Afectado por una sensación impúdica, con los ojos azorados, escandalizados y perplejos, se deja embrujar por la lucha hambrienta de los dos cuerpos, hasta que ambos fallecen.
Y con la misma cautela que llegó, abandona su casa. Tres horas después regresa y se recuesta en la quietud de la madrugada.
En la mañana, la ausente, hija y hermana, llega con facturas para el desayuno familiar.
La escena gira en torno a los disfraces de ingenuidad y normalidad, que se que sorteaban en las últimas horas.
El ruido del silencio aturde a los pensamientos que por momentos se manifiestan en pupilas trémulas.
Es la hora del almuerzo y el jefe de la casa queda varado en un silencio que es notado por nadie, aunque el redoble de sus dedos en la mesa se hace cada vez más fuerte, la voz ingenua de su hija contaba los detalles de su cita de anoche a su hermano y a su madre, e improvisadamente el más trivial de los comentarios hecho por la madre desató la ira contenida del esposo que desata la mano inquieta que culmina con el compás de martilleos para terminar con la onomatopeya maldita en el más violento de los cachetazos, que se estrella en el rostro de la madre de sus hijos y se detiene súbitamente, con sus ojos que recorren la mesa para encontrarse con la mirada desconcertada de su hija, las pupilas sollozantes de su mujer que parecieran revelar lo que su esposo ya había expuesto.
Pero la mirada tensa del hombre se va quebrando lentamente para terminar ante los ojos fríos que ocultos bajo el seño furioso del niño que sin parpadear, desentierra del abdomen de su padre un cuchillo envuelto en una película de sangre que deja al lado de plato en el que estaba comiendo.
La última mirada del hombre se la dedicó al que continuaría con la descendencia y asumiría como hombre de la casa.
Sólo este libro es un testigo abandonado y quizás generador de este episodio en el que se desenvuelven algunas de las rarezas humanas, en una única coincidencia…
El Padre y Marido:
Nunca se entero de nada aunque coincidiendo con el cuento esa noche llego mas tarde.
La Hija y Hermana:
Tampoco se entero de nada, enfrascada en su mundo.
La Madre y Esposa:
Aun no termino de leer el libro que compro en el subte.
El joven Hijo:
Llego a su clímax cuando terminó de leer el libro que había encontrado en la mesa de luz de su madre.
Primer cuento del libro “Rarezas”[/h3]
Gaston Hache Almada
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