A decir de los observadores, lo verdaderamente “espontáneo y popular” que está sucediendo en Honduras, no es la guerra de “aparatos” (por el control del Estado capitalista) entre Zelaya y Micheletti, sino el vandalismo y los saqueos de supermercados y lugares de expendio de alimentos y combustibles realizados por los sectores más empobrecidos aprovechando el descontrol de la vigilancia policial.
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IAR Noticias
Esta dinámica social (promotora de caos y anarquía) se retroalimenta a su vez con el desborde caótico de otro sector de la población mayoritaria (los que todavía tienen dinero para comprar) para acopiar recursos de subsistencia en medio de la guerra desatada por la “izquierda” y la “derecha” que se disputan el gobierno de Honduras.
Se trata de un fenómeno social, no analizado ni tenido en cuenta por la izquierda y la prensa del sistema, que deja en evidencia -en forma matemática y estadística- que la mayoría abrumante de la población hondureña no participa de lo que la “izquierda gubernamental” llama “resistencia del pueblo en las calles”.
Ni de Zelaya ni de Micheletti: Los hambrientos (los que no pueden comprar alimentos) son una fuerza de choque anárquica y fuera de control (la franja masiva y mayoritaria de América Latina y de la población hondureña) que no entiende mucho de “gobernabilidad capitalista” o de “sistema democrático”, y solamente es impulsada por sus instintos básicos: Robar alimentos ( y todo tipo de bienes para subsistir) al sistema que los mata de hambre, mientras el vigilante no está.
Pertenecen a esa masa social planetaria que la ONU y las organizaciones asistencialitas del sistema incluyen en el rubro: “pobres indigentes”, que ya supera los mil millones de personas en todo el planeta.
Mientras la prensa mundial se ocupaba de la represión de las fuerzas policiales a los seguidores organizados de Zelaya, los hambrientos y excluidos sociales de Honduras participaban de otro fenómeno social: El “robo y el vandalismo”.
De acuerdo con datos de la CEPAL, la masa poblacional que vive en la pobreza y por debajo de los niveles de subsistencia básica (los “vandálicos”) superan el 70% de la población hondureña.
Según el corresponsal de la agencia IPS, los “vandalicos” cometieron saqueos de tiendas de cadenas de supermercados. Pobladores redujeron a los guardias privados de seguridad y rompieron puertas de metal y vidrio de los locales para extraer electrodomésticos y víveres.
El comisario Orlín Cerrato, portavoz de la policía, sostuvo que en ciertos momentos “no se daba abasto” para atender denuncias y llamados solicitando protección policial tanto de población contraria a las protestas callejeras como de propietarios de establecimientos comerciales.
“Esto es delincuencia común, y la población debe abstenerse de estos actos, porque será castigada”, señaló Cerrato, poniendo el acento en el “caos y la anarquía” que producían los “vándalos”.
Ni de Zelaya ni de Micheletti: La otra franja mayoritaria de la sociedad hondureña, los que -ubicados en los sectores medios de la pirámide- todavía pueden comprar alimentos, se abalanzaron sobre los supermercados para abastecerse de alimentos y de combustible aprovechando el levantamiento del toque de queda.
Ambos sectores, en escalas diferentes (y aunque votan en elecciones por uno o por otro), son los rehenes masivos de una guerra entre “izquierda” y “derecha” a la que no adhieren ni pertenecen.
De Zelaya y de Micheletti: Los militantes del aparato de movilización político-electoral de Zelaya (protegido por el Departamento de Estado y los gobiernos de “izquierda”), construido durante su presidencia, y las fuerzas del aparato represivo oficial del Estado capitalista hondureño, hoy en manos de Micheletti y de su gobierno golpista “gusano”, alimentado y sostenido por el Pentágono.
Por lo tanto, lo que está sucediendo en Honduras no es una “resistencia del pueblo” contra el gobierno golpista, como dice la “izquierda gubernamental”, sino una guerra de un aparato político contra otro aparato político armado que lo derrocó por un golpe de Estado. Ni Zelaya es el “pueblo”, ni Micheletti es el “antipueblo”.
Ambos son el sistema capitalista dominante: Ni Zelaya (un peón de Chávez y de las expresiones “izquierdistas” vacías en la región) ni Micheletti (un peón de lo peor de los gusanos del Pentágono y de la derecha imperial) van a cambiar el statu quo capitalista imperial que rige en Honduras.
Ni Zelaya es la “revolución” (entendida como cambio del sistema capitalista) ni Micheletti es la “contrarrevolución” (entendida como represión de un movimiento que quiere cambiar el sistema).
Ambos son expresiones de la misma oligarquía estatutaria, aliados (uno por “derecha” y otro por “izquierda”) del mismo Imperio regente, y que hoy juegan en distintos bandos del esquema de la “gobernabilidad democrática” establecida como estrategia de poder sustitutivo de las dictaduras militares en América Latina.
Nada de “pueblo en las calles”: Los que siguen a Zelaya son los integrantes de su aparato político rentado (su herramienta de movilización electoral) que se quedaron “sin trabajo” cuando los golpistas los expulsaron del aparato del Estado. A eso se suman pequeños grupos de izquierda que quieren pescar algún espacio de “poder institucional” en río revuelto.
No se trata de una “resistencia de toda la sociedad hondureña”, sino de la resistencia en las calles de militantes de un gobierno (del sistema) derrocado que intenta recuperar la gerenciación del Estado capitalista en Honduras.
Tampoco quiere decir que los que votaron en su momento a Zelaya, hoy están “resistiendo” en las calles. Tegucigalpa, la capital, cuenta con un millón de habitantes, y los que están agitando y siendo reprimidos, no superan la decena de miles.
La inmensa mayoría de los hondureños, marcadamente estratificados entre “ricos” y “pobres” (como en toda América Latina) no participan de la guerra de la “dictadura” y de la “democracia” sino que sólo viven en el rol que les toca en la sociedad capitalista hondureña: El pobre, como pobre, y el rico, como rico.
Como ya está sucediendo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, nada de lo que ocurra en esta guerra de cartón (puramente mediática y sin ningún valor transformador o estratégico para la región) entre los “gobiernos de izquierda” y los “gobiernos de derecha”, va a cambiar el mapa de la pobreza en América Latina.
Tanto Zelaya como Micheletti son el sistema capitalista. Ambos, son el Imperio con distintos disfraces discursivos.
Los que impulsan la farsa de la restauración de la “democracia” y la reinstalación de Zelaya en el gobierno como expresión de “liberación” del “pueblo hondureño”, soslayan el siguiente detalle:
Honduras no es un país soberano: Militarmente, es un satélite de las estrategias del Pentágono en Centroamérica (su virtual “base terrestre). Económicamente, es un enclave de los bancos y corporaciones anglo-europeos asociados con la oligarquía local. Políticamente, su sistema político-institucional (Gobierno, Parlamento, corte de Justicia, etc) solo está para cumplir el programa imperial-capitalista nivelado para toda la región, más allá de quien ocupe eventualmente el cargo de Presidente.
Por lo tanto, la restitución de Zelaya a la gerencia capitalista de Honduras no es ningún acto de restitución del “sistema democrático”, sino el cambio de una pieza (la restitución de Zelaya) por otra (el retiro del gobierno usurpador) dentro del mismo sistema imperial capitalista vigente.
Con Zelaya, o con Micheletti, no cambia ni una coma en Honduras: El programa es el mismo, los bancos y la trasnacionales son los mismos, el sistema de apropiación privada de la producción y la riqueza es el mismo, la base militar de EEUU es la misma, la pobreza estructural y el hambre (como emergente capitalista) son los mismos.
¿Nos quedamos con la teoría del blanco sobre negro? ¿No hay contradicciones para explotar e intentar una salida alternativa de construcción de un poder revolucionario y popular en esta guerra de “aparatos” entre la “derecha” (imperial) y la “izquierda” (imperial) en Honduras?
Si la hay: Pero la “izquierda gubernamental” (de los Chávez) es del sistema, y la izquierda que resta está dividida, sin enemigo estratégico, y sin una estrategia clara de organización y de acción doctrinaria y operativa para liderar una alternativa contra el sistema capitalista.
El sistema capitalista es un poder estructural estratégico (económico, militar y político), que no se altera con presidentes que declaman “revolución” desde gobiernos capitalistas, sino por medio de una estrategia y de una organización con planes operativos de acción en todos los niveles orientados a sustituir al sistema capitalista por otro más justo y equitativo.
Justamente, lo que no hacen (ni buscan) Chávez y la izquierda “electoralista” que monta habitualmente los espectáculos de la “revolución democrática” en América Latina.
Vender a Zelaya (como hace un sector mayoritario de la izquierda), una pieza funcional más del sistema, como una alternativa de “liberación en democracia”, es un absurdo que no resiste ningún análisis lógico fundado en las estadísticas y en los hechos.
En consecuencia, lo que se monta en Honduras es un espectáculo mediático, una falsa guerra de “izquierda” y “derecha”, una guerra de “enemigos de paja”, mientras las mayorías, los hambrientos y los que todavía comen, (que ya aceptan pasivamente al sistema capitalista como el “mundo único”) escapan como pueden de una guerra que no les pertenece.
Y no se trata de una visión “escéptica”: Se trata de una realidad estadística y matemática, que los analistas de “izquierda” y de “derecha” soslayan por conveniencia, por alienación, o por simple inclusión dentro de un sistema que ha sustituido la realidad por la “fantasía mediática” de la realidad.
[goodbye]apocalipsis[/goodbye]