Los despidos de más de 170 empleados de LPG que vienen ocurriendo en oleadas mensuales desde finales de 2008 no solo fueron por crisis económica. La Prensa no está así como que en números rojos (al menos hacia el 31 de Agosto de 2008 en que se publicó este artículo). Simplemente esta empresa, administrada con los pies, está recibiendo un ingreso menor, producto de las decisiones desatinadas de sus directores y administradores. Y esas pésimas acciones derivaron en que 170 personas y sus familias, que no habían influido en ese destino trágico, se llevaran la peor parte.
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El Grupo Dutriz estaba preocupado, en efecto, porque el papel está más caro, porque hay menos publicidad. Esa situación, sin duda, implicaba mayores costos, pero no al grado jugar con el futuro de la gente. Sobre todo porque la solución, sin ser estrategia, está más clara y no se atreven a ejecutarla. La Prensa creció de forma desordenada y sin estrategia. Se lleno la boca como el medio con mayor cantidad de revistas especializadas, de tener un periódico deportivo, de llegar a toda Centroamérica. La voracidad de figurar está pasando factura.
No hubo planificación de cada uno de estos nuevos productos. Crecer por el simple hecho de generar más ventas es uno de los más graves errores que una empresa comete. Hay que estar preparado para ello. A pesar de ello, no se decidieron por lo obvio: sacrificar productos poco rentables. No, debilitaron a la raíz, lo que les dio su nombre, de dónde sacan el dinero: del periódico. Prefirieron, erróneamente, apostarle al recorte de personal y no al de productos mediocres y sin futuro. Todo porque en LPG no hay ejecutivos bien preparados que pudieran anticiparse a la situación. Nadie lo hizo, porque sus directores carecen de sentido común y de habilidades directivas.
Y ellos ahí siguen. Sus familias tienen techo seguro, comida, mientras otro empleado trata de emigrar a Estados Unidos, otro más lucha contra la depresión y tendencia suicida diagnosticada en la misma clínica empresarial. Otro se debate dando clases en una universidad, a penas una materia, y otra con un trabajo a medio tiempo que le permite pagar un poco tantas deudas.
Otros tantos, la inmensa mayoría, sufren por la ansiedad de no encontrar nada. De haber tocado tantas puertas sin tener respuesta. Esta es la única catarsis. Mientras, Héctor Silva, gerente de redacción, se va de vacaciones para quizás intentar olvidarse de que en sus manos tuvo a 30 familias y, sin corazón, que solo buscando llenar un número requerido, hizo sumas hasta llegar a la cifra. Bingo: 30 empleados de redacción fuera.
Pero qué se puede esperar de gente poco preparada administrativamente. Se centraron tanto en convertirse en los mejores periodistas que se olvidaron de cultivar algo tan importante entre sus capacidades: el área administrativa. Por eso no es de asombrarse de lo que han hecho, porque no tenían ni la más mínima idea de cómo hacerlo.
Sus capacidades, en ese sentido, son limitadísismas. Ni siquiera como gerente, Silva tuvo la valentía de dar la cara y despedir. Se escondió en otras labores de ese día aciago para no ver de frente a los cesantes. ¿Es así como debe ser un buen gerente? Y las demás jefaturas también dejan mucho que desear en esa área específica.
El subjefe de información, José Luis Sanz, es tan incapaz hasta en sus labores periodísticas que todos los mandos medios detestan trabajar al lado de él y a eso se le suma la poca capacidad administrativa, donde se vuelve más incompetente. No todo se queda ahí. El otro subjefe de información, Luis Laínez, fue el objeto de deseo de LPG durante muchos años por su labor en el área política en EDH y El Mundo. Pero lo convierten en jefe y le delegan secciones de las cuales no tiene ni el menor conocimiento.
Todo porque la editora de la sección, Karla Ramos, está en su puesto porque se rumora que se ha acostado con cuanta jefatura ha podido. Ahí estará segura. Pero aun faltan culpables. El jefe de contenidos visuales, Enrique Contreras, es uno de los mas farsantes que se ha ganado el puesto y su sueldo a través de hacer buenas relaciones públicas con todos los directores e incluso el dueño, José Roberto Dutriz.
Es de esos que tiene el don del convencimiento y es un vendedor nato, un vil comerciante de espejismos. Después le sumamos a una pareja letal. Son esposos y tal para cual. El veneno les fluye a ambos por cantidades monumentales. Se trata de Margarita Funes, jefe de multimedia, y Vladimir Lara, jefe de fotografía. Él, al fiel estilo militar heredado por su anterior jefe Fernando Golscher (hoy gerente de El Gráfico.), ha creado en fotografía uno de los departamentos más vulnerables y más llenos de estrés.
Es jefe de nombre, pues además de molestar a sus empleados (y haber requerido favores sexuales de algunas fotoperiodistas) solo se va a la UTEC a terminar su carrera. Ni la licenciatura ha finalizado y se dedica a devengar un salario por hacer sus tareas en la computadora que la empresa le da en las horas de oficina, cuando no está jugando nintendo. Su esposa es una arpía que denigra con dolo a quien ella quiere, con el único motivo de demostrar poder. Pero falta el más grande de los responsables de esta pésima administración. El mayor de todos.
Gabriel Trillos, el flamante director editorial, quiso que su gestión se tradujera en mayores productos para la compañía. Nació El Economista Regional, Life&Sports, Campus, para que él – a través de la creación de esas nuevas revistas desde la redacción – se ganara el pulso de obtener ese puesto y tener el control de todos los productos editoriales. Y así fue.
Irónico que uno de los empelados más leales, que lo impulso para que llegara a ese puesto es parte de los despedidos (Chivatada). Cuando Gabriel llegó al tan ansiado puesto, el poder lo cegó por completo. Se trataba de un director y debía darse su lugar.
Ya no saluda, ya no se mete con la chusmas de redacción. Se olvidó de sus amigos del equipo de fútbol, de que amanecía ebrio en diversas fiestas (abrazado de algunos de los despedidos, mientras los invitaba a tomar) y de que se había aprovechado de su puesto para acostarse con cuanta mujer, esperando promoción, le abrió las piernas (y otras de otras áreas que quisieron un poco de fama por estar con una alta autoridad de LPG, como según dicen fue la ingenua de Sandra Peña, jefe de marca que sin duda no sebe ni siquiera que significa ese puesto).
Ese es el director editorial, un borracho y acosador que se aprovechó de venderle espejos a José Roberto Dutriz y llevar a la situación precaria que vive este medio. Jajajajaja y ahora anda llorando porque le robaron la laptop y estas y otras verdades podrán salir a flote (pero ya se cura en salud, en su columna del domingo 31 de agosto, y dice que espera difamaciones. Eso se llama, en salvadoreño, matar su chucho a tiempo)
Si todos estos incompetentes estuvieran sin empleo, se hubiera llegado a la cifra solicitada. Pero entre ellos se protegen. No se tocaron porque se trata de una argolla, en la que todos se cuidan sus sillas. Ellos son los culpables del retroceso de LPG, de que la empresa se haya visto afectada económicamente, pero no tienen el valor suficiente para deponer sus puestos porque están cómodos con sus buenos salarios.
Pero sé que tarde o temprano se les llegará el día. Espero, para beneficio de LPG y del país entero, que sea pronto. Deseo que José Roberto Dutriz se dé cuenta del tipo gente que tiene en sus jefaturas, no sólo en redacción. Y que ninguno de ellos le anticipó una situación tan evidente que solo denota su poca preparación profesional.
Den la cara, acepten públicamente que se han equivocado, denoten cierto grado de humanismo para que por lo menos puedan dormir con la conciencia tranquila y no llevar a cuestas el insomnio de 170 personas que lloran por no saber cómo sacarán adelante a sus hijos y familia. Así como Gabriel denuncia el “atentado” del robo de su laptop y da la cara, por qué antes no habló sobre el atentado de LPG con los despedidos, a los que el mismo día les avisaron que ya no llegaran porque el problema era financiero. El problema es de capacidades, de ausencia de estas en cada uno de los mencionados sobre todo en Trillos, la última víctima de la libertad de expresión porque le sacaron de su oficina la computadora, por favor.
Por anónimo – [url=http://www.facebook.com/topic.php?uid=12761205483&topic=5454]Publicado en Facebook (31 de agosto de 2008)